Guerra & Cáncer.

—¿Fue duro regresar de la guerra?

—Qué puedo decirte, no es que llegues un día a tu casa, toques a la puerta y te reciban con una sonrisa. En mi caso las cosas fueron más dramáticas, pasé dos años y tres meses alejado de casa, quien estaba frente a mí me veía como un extraño, no puedo culparla, hasta cierto punto lo era.

—¿Por las heridas de guerra?

—No, por supuesto que no. Bueno tal vez eso afectó un poco, pero tiene que ver con algo mucho más profundo. Se nota en los ojos, en la forma que uno ve al de enfrente, los movimientos, las actitudes…; todo en uno cambia.

—¿Podría proporcionarme más detalles?

—La curiosidad nunca es buena.

—Usted sabe, esto es simple trabajo de investigación.

—Entiendo, para tu libro sobre las consecuencias de una guerra. Permíteme decirte algo, no importa cuantas cintas puedas grabar de mis experiencias, lo que intentas hacer está fuera de tu alcance. Para entender la guerra, necesitas vivirla.

—Intenta decirme que debo ir a la guerra y luchar.

—Si para ti eso significa “necesitas vivirla”, entonces sí, eso intento decirte.

—¿Se supone que para entender la guerra debo enlistarme en la milicia y tener suerte de que me manden al oriente y no a los campos del norte para cortar plantitas?

—No lo sé, tú sabrás como haces las cosas. Yo solo digo que no puedes entender lo que no has sentido en carne propia. Pero igual esto se trata sobre mí y no de ti, así que si no te importa continuaré…
“Cuando llegué a casa no solo tenía un brazo menos y la parte derecha de mi cara casi inmovible, sino que tenía el alma broquelada. No hubo abrazo, no hubo bienvenida, no hubo cariño, solo un paso tras otro, la ducha con agua caliente, la sopa en la mesa rodeado de estatuas que no se atrevían a decir palabra, la cama dura que ya no recordaba y las cobijas delgadas que no tapaban.
“¿Pasa algo?

—Lo siento, no era mi intensión distraerlo, solo intento imaginarme la escena.

—Imaginarte la escena…, justo es a eso a lo que me refiero, no tienes que imaginarlo sino hacerlo correr por tus venas. Dado tu acento deduzco que no eres de aquí, ¿de dónde eres?

—De México señor.

—México, alguna vez de chavo recuerdo haber ido de vacaciones. ¿Cuánto tiempo llevas viviendo en San Francisco?

—Desde hace unos cinco años más o menos.

—¿Qué pasaría si regresaras?

—La verdad no lo sé.

—Bueno, tendrías que hacerlo alguna vez, yo puedo describirte lo que sentirás aún cuando poco conozco de allá. El aire cambiará, tus pulmones podrán sentir la diferencia y les costará trabajo introducir el oxígeno, sentirás que tu pecho se contrae intentando esconderse, tus bellos reaccionarán con el viento que pase por tu lado, el sol ni siquiera es el mismo y tus ojos no podrán verlo, tendrán que ocultarse bajo la sombra de los lentes.
“La casa estará ahí, de pie, esperando a que algo pase pero tú la recordarás de forma distinta, con más brillo y vida, lo que tienes frente a ti es monótono, algo que tan solo es parte del paisaje, la vez sola y gris. Llamas y el timbre hace que tus oídos retumben, ¿qué es ese sonido?, no es metralleta, ni bomba pero igual te lastima. Y de pronto, los segundos pasaron y abren a la puerta, recuerdas a la mujer que estuvo a tu lado esos años de amor y ahora tan solo es cuerpo y sangre de alguien que siguió con su vida sin ti. No se casó, se quedó por los votos antes nombrados sin embargo el sentimiento había explotado en alguna batalla en la que ninguno de los dos habían vencido.

—Lamento lo que ocurrió.

—Pues no lo hagas, no necesito tu lástima.

—Perdón, yo no quise...

—Sí, sí quisiste; decirlo, sentirlo. La compasión es parte de una naturaleza a la que ya no pertenezco, no sé si después de todo el horror que viví pueda llamarme humano, hombre.

—¿Qué quiere decir con eso?

—Tú podrías escribir que solo seguíamos las órdenes que nos daban, aunque yo era quien las daba, irónicamente. Maté a muchas personas, algunas tenían un uniforme del mismo color del nuestro solo que con una bandera distinta, otras solo fueron personas que estuvieron en el lugar y momento equivocado.

—¿Nunca hizo nada para evitarlo? Digo, ¿estaba de acuerdo?

—¿De acuerdo? Déjame explicarte que en la militarizada no te enseñan a estar de acuerdo, te enseñan a que otros no se ponen de acuerdo y por eso debes entrar en su nombre. ¿Ves la incongruencia? El acuerdo es entrar en guerra si no hay acuerdo. Después de unos meses aprendes a no ver las caras, solo ves bultos y en ocasiones esos bultos equívocamente terminaban muertos aunque fueran del mismo bando; el hecho era apuntar y disparar, entonces el objetivo se vuelve cualquier cosa.

—Dicen que las guerras son el cáncer de la humanidad. ¿Usted estaría de acuerdo con eso?

—…

—¿Pasa algo?

—Es curioso la coincidencia de…
“Si esa pregunta me la hubieras hecho hace unos días atrás, bueno, semanas atrás mi respuesta sería afirmativa.

—Y ahora, ¿ya no está de acuerdo con eso?

—Sabes lo que es el cáncer.

—Es una enfermedad que no tiene cura, no sé más allá de eso.

—Te voy a decir como es que yo lo entiendo. El cáncer es una lucha entre células de uno y otro tipo. Tal vez lo que te digo es del todo incorrecto, pero no soy un científico estudiando ese punto, solo soy un General retirado que ha comprendido esa palabra de esa forma que para mí es tan correcta como cualquier otra explicación que un médico pudiera dar.

—Pero en todo caso tendría razón, la guerra es como un cáncer.

—No saques conclusiones apresuradas. Si bien el cáncer es una guerra a nivel molecular, la guerra es una lucha a nivel humanidad; en ambos casos, que vienen siendo el mismo caso, es una lucha de poder, de control. La diferencia radica en la proyección que deja en el entorno.

—No hay diferencia, ambas son destructivas.

—Eso no es cierto, te lo puedo asegurar que he vivido ambos casos. No he tenido nunca cáncer, pero mi nieto lamentablemente sí, un niño de tan solo cinco años. Puedo ver la diferencia que hay entre nosotros. Mientras yo llegué a casa con un aura negra y enferma, él brinda vida.

—Perdón que pregunte, ¿pero qué es lo que tiene?

—Leucemia. ¿Puedes imaginarte que sea tu propio cuerpo el enemigo?, el que lleva el veneno debilitándote.

—No logro entender que es lo que intenta decir.

—Muchacho, en una guerra lo único que existe es la desesperanza, al contrario de un cáncer. ¿Ahora puedes verlo? Son la misma cosa y aún así tienen efectos opuestos, mientras que una guerra con armas debilita a la sociedad, al pueblo, al gobierno; el cáncer fortalece al espíritu, a las ganas de querer vivir.
“Uno puede encontrar fotografías de la lucha con armas, sangre, desaparecidos, inhumanidad, nos vamos acabando poco a poco hasta que no queda nada por matar. En el frenesí de una ametralladora no puedes detenerte, de pronto te ves disparando a diestra y siniestra hasta que ves a tu batallón abrazado del enemigo, ambos muertos. Después de ese “accidente” me llamaron a Ley Marcial, estaba en camino cuando nos atacaron y resulté herido gravemente. Me dieron de baja sin honores pero al menos no fui a dar a la cárcel, cuatro meses después de mi llegada nos dan la noticia del cáncer, y fue entonces que vi la guerra dentro de esa criatura diminuta y en sus ojos no había odio, ni reclamo ni rencor hacia Dios o a la vida. Él entendía mi pesadilla y con su sonrisa conocí el perdón, la nobleza. No le importa la enfermedad que va acabándolo, le importa el tiempo que está viviendo para exprimirlo ciento por ciento, no llora, solo sonríe y lleva felicidad. Así debería ser la guerra, un cáncer.



Nota del Autor:

Después de escuchar unas cincuenta veces las cintas y terminar el texto me queda este capítulo arraigado en la mente. Después de la última entrevista, sus palabras de despedida, que en ese entonces no comprendía, hicieron eco durante todo el trabajo que invertí en este libro:

“No entiendo como puedes hacer un libro de lo que no hemos sido capaces de aprender en vez de hacer uno que sea capaz de enseñar”.

Ahora que he terminado la revisión final antes de enviarlo al editor, comprendo lo que quería decir; de nada sirve informar si de ello no se puede sacar algún bien.




Dulce mariposa.

¿Sabes dulce mariposa? Hoy que te veo sobre el tallo de la flor me pongo a pensar en qué tan distinta pudo haber sido mi vida de tomar las decisiones correctas —certeras—. Ya no puedo volver hacia atrás, ni siquiera en mis recuerdos. Lo sé, has de esperar que te cuente lo que pasa por mi cabeza, lo cierto es hace mucho que no pasa nada por ella, de hecho no recuerdo que alguna vez eso sucediera, tal vez fuera ese el motivo crucial de todas mis elecciones; de ser más apegado a lo normal no estaría encerrado bajo cadena perpetua.

No sé qué pienses tú de mí. ¿Por qué lo pregunto? Bueno, tú eres libre, seguro no sabes lo que es estar en cautiverio. Sí tienes razón, pasaste mucho tiempo dentro de un capullo, soportaste vientos, fríos y lluvia. Seguro todo eso debe doler, ¿cierto? Claro, no podía ser de otro modo. ¿Qué dices? No comprendo, cómo puedes compararte conmigo, yo no estoy en un capullo, estoy en una cárcel. ¿Qué diferencia existe?, bueno yo más bien te preguntaría que igualdad puedes ver tú entre nosotros.

¿Por qué no has volado aún, pequeña? Podría decirte que yo en tu lugar ya echaría andar pero no creo poder soportar la libertad después de tanto encierro, aunque la realidad es que la única forma en que saldré de aquí será muerto, dentro de una bolsa y con una etiqueta en el dedo del pie. Pero tú, tú tienes todo el aire para ti sola, el cielo y el viento para cuidar tus alas y tus sueños; puedes dominar todo lo que te propongas. Yo no puedo, a mí me atan los hilos de mis acciones.

Qué importancia tiene lo que haya hecho, no es diferente a lo que hizo cualquiera de los que estamos aquí, ni siquiera hay diferencia con algunos de los que siguen allá afuera con su máscara de buenas ovejas, al menos tengo el valor de dominarme obligándome a aceptar mi presente, tratando de luchar contra esa parte (supongo que será mi oruga personal) que me impulsa a tomar cartas en el asunto.

Me sentí poderoso, que el mundo entero podía comprarlo y tenerlo a mis pies. No te confundas, nunca tuve dinero, bueno, nunca tuve dinero suficiente; no importaba cuantos ceros hubiera, nunca fue suficiente, no importaba el Mustang que yo corría por las carreteras, nunca fue suficiente, no importaba la mansión de cincuenta habitaciones, nunca fue suficiente, no importaba la sangre que manchaba mis manos, eso tampoco fue suficiente…

Ahora que lo pienso, creo que puedo saber lo que pasaste ahí dentro, en la jaula que tú misma formaste. Todos creamos nuestras rejas, nosotros decidimos que tan altas o anchas, lejanas o gruesas las queremos; aunque creo que en realidad esa parte fue la única que no me dieron a elegir, ¿o sí? Cómo saber hasta qué punto fue el destino el que actuó en mi contra. No, en realidad no, yo no cambiaría nada, por increíble que parezca.

Sentir la soga en el cuello minutos antes de la muerte es una sensación que ni el amor de todo el mundo podría igualar, es una amante que lastima, te hace adicto y nunca te suelta. Ver como los ojos se van dilatando por el temor y el llanto grita la súplica. Pedíamos dinero, es cierto, pero no por necesitarlo, era parte del show, como una obra de teatro ¿me explico? Nosotros éramos el Broadway de ese rubro, los maestro del escenario del secuestro.

Hay tantos rostros, que ni todas las nubes alcanzarían para dibujarlos en el cielo. Te lo juro, nunca hubo favoritos, no era cuestión de clase social ni económico, tan solo era cuestión de enfoque. Sí, déjame te explico. La química tiene mucho que ver con eso, el aroma hace que los sentidos se prendan y entonces ves todas las imágenes en la cabeza, una conexión especial se había puesto en marcha sin que la otra persona supiera. Tal como en una relación, esto también es de trabajo, de seducción y de coquetería, toparse con la persona de vez en cuando, un leve toque por el hombro antepuesto al “lo lamento”, ¿quién sospecharía de la galantería de la educación? Son importantes los ojos, verlos fijamente por unos segundos y entrar en su alma lo más profundo que se pueda, después de eso, la víctima nos pertenecía, tan solo era cuestión de esperar a que el momento oportuno llegara.

Tomarlos por sorpresa, de nuevo la importancia de los ojos, de esa mirada cuando entran en una dimensión desconocida y no son capaces de comprender lo que está sucediendo, tan solo dura un micro segundo pero cuando tomas esa gota exquisita, la máquina se pone en marcha pidiendo más y más.

¿Tú podrías decir que el viento es brutal? ¿Que es malo u ofensivo? El viento no tiene la culpa si despedaza tu casita antes de que salgas a salvo de ella, no puede hacer nada para acomodar la corriente. Nosotros somos el viento y ellos son las corrientes, son lo que nos alimenta y sacia nuestra sed, ¿eso es crueldad? Yo digo que es natural, parte de la ley de la vida, solo que al viento no lo encierran en cuatro paredes, ¿o sí?

¿Crees que Dios existe? ¿No? Bueno es una lástima que creas eso pues te puedo asegurar que sí, lo he visto con mis propios ojos. Muchos no se acuerdan de él más que en los momentos terroríficos, y él no se acuerda de ellos más que cuando se le necesita. Llegué a la conclusión de que le gusta sentirse útil, por eso cuando le pides ayuda hace precisamente eso, ayudarte. Cuando él estaba presente el rostro les cambiaba, se volvían más divinos, era la señal que esperábamos, el momento trascendental había llegado, terminar lo que se había empezado. Un ángel estaba frente a nosotros…

Mmm, viéndolo desde tu perspectiva, creo que también eran como tú, nosotros éramos el capullo que ellos habían formado sin poder hacer nada al respecto, sin estar enterados y poco a poco, entre violaciones, golpes y gemidos de dolor se iban transformando en ángeles, justo como tú, listos para volar. Bueno, creo que después de todo, los humanos no somos tan distintos a los animales, y eso que se supone que pensamos.

En fin, no puedo explicarte lo siguiente, no comprenderías. ¿Por qué?...


Sacó un cerillo, prendió el cigarrillo y botó lo sobrante hacia la tierra. Se quedó mirando el firmamento, observó como el sol iba metiendo sus faldas brillantes dejando a la nada como telón corrido. Volteó a ver a la diminuta mariposa que estaba apunto de echar a volar, con un beso al aire y un manotazo se le vio caer inmutada y fría al cemento opaco.


…simple, tendrías que vivirlo en carne propia.