Y he pensado...


Un buen amigo, un día, me dijo “la mejor herencia que pueden dejarnos los dragones, es su sabiduría”. Pero, ¿qué son los dragones? ¿Qué tipo de conocimiento pueden tener criaturas que aún no han sido aceptados como verdaderos? ¿Cómo podríamos darle respuesta a estas preguntas en pleno siglo XXI? El pasado es sabio por naturaleza; a diferencia del presente que solo ofrece incertidumbre y miedo por no arruinar el futuro.

Los dragones, son aquello que no podemos ver; es aquello que no queremos aceptar. Son criaturas como cualquier otro animal. ¿Por qué no podemos verlos? Porque no estamos listos. El ser humano nunca está listo para el conocimiento porque no sabe qué hacer con él. ¿Cómo siendo la raza más evolucionada, esta sea puesta a prueba por seres invisibles y fantásticos? Ellos tienen un tiempo que es el mismo que el del sol y el Universo; nuestro tiempo es distinto. Nosotros queremos pautas, queremos tocar, queremos lógica. No somos capaces de comprender ni el diez por ciento de nuestra propia existencia mientras que hemos estado más de mil años más mil intentando “entender para dominar” el exterior. Un dragón, un dragón puede aparecer arriba en el cielo en forma de nube para enseñarte que el sol sale a pesar de la tormenta, puede estar entre la arena de la playa insinuando que todo está integrado por muchos todos; que a su vez, también están integrados por otros todos. Hay dragones en los ojos de las personas intentando hacer entender el camino más certero para el crecimiento, otros susurran en los sueños.

Cierta vez, creí ver algo. Un dragón en mi habitación. Lo sentí, pude ver sus ojos observarme. Estaba quieto delante como una sombra. No era el momento para que lo viera de lleno, pero ahí estaba. Los dragones son enormes por la cantidad de esperanza que llevan en su interior, su magia radica en la bondad de sus corazones. No hay criaturas tan míticamente reales como ellos. Y entonces, ¿por qué no escucharlos? ¿Por qué no escuchar lo que tiene que decir? O mejor aún, lo que tienen que enseñar. Saben que entre el cielo y la tierra no hay ningún límite, es un espacio ocupado por ese “algo” que los hace volar y compartir ráfagas de viento. Hay tanto encerrado en ellos. Sus palabras son letales que a los ojos del hombre son lumbre y fuego. Su conocimiento es tan profundo que solo trabalenguas oyen nuestros oídos.

Hay unos muy viejos que entre cuevas se esconden para encontrarse a sí mismos dentro del silencio y la oscuridad. Esos, no mueren. Solo escapan de la realidad para su metamorfosis. Para dar paso a su siguiente vida en el largo camino que significa ser un dragón…

Un buen amigo, un día, me dijo “que la mejor herencia que pueden dejarnos los dragones, es su sabiduría”. Aún pienso y medito si ese amigo, no era realmente, un dragón.