Renunciar


—¡Ya no quiero volver a patinar! —Gritaste con todas tus fuerzas. Las lágrimas provocaron que tus ojos se hicieran pequeños. Era tal tu dolor, que aventaste lo más querido para ti muy lejos: tus patines. En medio de la sala, tus padres trataron de calmarte—. ¡Renuncio, renuncio, renuncio! —gritaste con desesperación mientras salías corriendo de la casa.