—¿En qué piensas abuelo?
Me acerqué a él, verlo pensativo me hizo creer que la nostalgia había visitado de nuevo su corazón. Le di un beso en la frente, tomé su arrugada mano y me senté a su lado; justo el lugar que la abuela solía ocupar.
—Has llegado, hijita —contestó evasivo—. ¿Cómo te fue? ¿Qué tal tu día?
—Normal —dije sin ánimos—. Y, ¿ustedes, qué tal?
—Normal... —se burlaba de mi real falta de interés. Me miró y me regaló una de sus mejores sonrisas pícaras—. Jaimito es un buen niño, bien portado; con las travesuras de cualquier niño inquieto. No debes preocuparte tanto...
En su mirada había tal bondad, que solo pude acurrucarme más entre sus brazos. No importa la edad o lo adulta que me sienta, la verdad es que en sus brazos, vuelvo a sentirme una niña.